Niños normales por Julia Navarro

15.07.2013 12:44

Niños normales, por Julia Navarro

Julia Navarro

Mujerhoy.com

| 08 jul 2013

Me llama una amiga y por su voz noto que está entre desolada e iracunda. “He tenido una entrevista con el director del colegio de mi hija y no se le ha ocurrido otra cosa que decirme que Paula “parece” normal. Los profesores dicen que se la ve sana y “normal”. ¡Pero que se han creído!”. Comprendo su irritación, la misma que he sufrido yo a lo largo de los años. Verán, Paula, la hija de mi amiga, es disléxica y sufre el trastorno de falta de atención por hiperactividad (TDAH). El pack completo. Antes, cuando un niño o un joven no paraba en clase, cuando los ojos se le iban detrás de una mosca, cuando no prestaba atención, los profesores se quejaban de su falta de interés y de que tenían la cabeza en Babia. Ahora, ya se sabe que muchos de ellos padecen ese trastorno. Paula acaba de cumplir 18 años, está sana, le encanta hacer deporte, es simpática y tiene una personalidad arrolladora. Pero es disléxica, lo que le plantea dificultades a la hora de hacer exámenes escritos. En cuanto a su falta de atención, le cuesta concentrarse en clase, lo que irrita a sus profesores.

El colegio no ha querido presentarla al examen de Selectividad. “Imposible con las faltas de ortografía que tiene”, dijo el director. Además, le han quedado un par de asignaturas porque los profesores no están por la labor de comprender que las faltas son fruto de la dislexia, o que si no presta atención no es por fastidiarles sino porque no puede. Y sí, Paula es normal, totalmente normal. No tiene tres ojos ni cuatro piernas. Tan normal como lo fueron Einstein, Benjamín Franklin, Walt Disney, el general Patton, Rodin, Van Gogh o Flaubert. La lista de ilustres disléxicos que han sufrido el trastorno de déficit de atención es una muestra de que quienes lo padecen pueden hacer lo mismo que el resto y, en muchos casos, ser personas brillantes y extraordinarias.

El problema es que su forma de expresar sus conocimientos es diferente y necesitan la ayuda y comprensión de sus profesores. Hay “maestros” extraordinarios que comprenden el problema y se implican para ayudar a que estos niños desarrollen todo su potencial. No sé que habría hecho yo sin la ayuda de la gran maestra y escritora Josefina Aldecoa o sin la de otro excelente educador, Antonio Barceló. El problema es que nuestro sistema educativo margina las diferencias. En el mundo anglosajón a ningún profesor se le ocurriría decir que un disléxico parece “normal”. Nuestro país está segando el desarrollo y las posibilidades de estos niños.
Solo los mediocres intelectuales, los que se comportan como ovejas incapaces de salir del carril, no ven el potencial de la “diferencia”. Sí, los disléxicos o quienes tienen déficit de atención poseen una manera diferente de aprender, de comportarse, pero no son mejores ni peores que el resto. Ya que al ministro Wert le encanta pisar charcos, le propongo que aborde el problema de estos niños, que siguen siendo los grandes olvidados. Sería revolucionario que los “incluyera” dentro del sistema educativo, pero no como una rareza, para evitar que los padres mendiguemos a directores y profesores que tengan presente sus circunstancia, y dependamos de su buena voluntad. Ningún ministro de Educación de este país ha prestado atención a los disléxicos. Ya es hora de que alguien lo haga